Paco Bello
Tomado de Iniciativa Debate 1/6/2012
Esto de la lucha de clases suena caduco para muchos, y además, se relaciona de inmediato con el materialismo histórico o con ideologías o nombres concretos. Quizá ese sea el error de cálculo, porque las nomenclaturas son un objetivo perfecto para el que tiene la capacidad mediática para impulsar y difundir el descrédito: el poderoso.
Es muy sencillo desprestigiar cuando el objeto del desprestigio está definido, y cuando se logra homogeneizar lo difuso, lo incómodamente heterogéneo. Pero siempre depende de la cantidad, y de lo que determine la pertenencia o no a un grupo. Supongamos que el 90% de la población fuera de baja estatura. Ningún medio se atrevería a criticar o desprestigiar a los bajitos, especialmente si desde los gobiernos y medios de comunicación se dirigieran a la población personas muy altas ¿verdad? Pues incluso en ese caso se buscarían fórmulas para romper con la evidencia. ¿quién es bajito? aquellos con una estatura inferior a 155 cm. Así todo el que no pudiera disimular su estatura, o pagarse una cirugía que corrigiera su “defecto”, quedaría estigmatizado. Eso sí, antes de establecer el listón, el interesado en menospreciar o compadecerse de este colectivo, se preocuparía mucho de que el porcentaje de afectados no fuera muy grande, pero tampoco demasiado pequeño como para no ser significativo.
Este es un ejemplo demasiado objetivo, y aún así, habría quien trucaría el metro para mentirse a sí mismo. Hay muy pocas personas a las que no les importe saberse ingresadas en un grupo “inferior”. Especialmente si hay razones objetivas para no ingresar en tal grupo. Con lo de la clase social ocurre lo mismo, solo que presuntamente es mucho más complejo determinar la pertenencia a uno u otro nivel, especialmente si como se ha hecho, el estatus se ha fraccionado en muchas escalas. Además, el perjuicio es mucho mayor porque no hablamos de un característica física, sino en el modelo actual y en este caso; de una cuestión que va más allá de la propia comodidad, del bienestar cotidiano (en algunos casos muy subjetivo): estamos hablando de una cuestión de valor, de aptitud, de orgullo; y eso es mucho más doloroso.
El caso es que estamos absoluta e intencionadamente divididos haciendo uso de unas artes claramente despreciables que hacen aflorar lo peor de cada uno de nosotros. Somos más del 90% y no nos hemos dado cuenta. Solo hay dos clases: los poderosos y los que no lo son. Los que tienen capacidad para modificar las condiciones de vida de la mayoría y los que asumen las modificaciones. Todo lo demás es un artificio, por mucho que circunstancialmente sí afecte en lo cotidiano. Sobre la veracidad de esta afirmación hay muchos ejemplos históricos y contemporáneos, pero aquí en España se vivió uno muy ilustrativo: familias de la presunta clase media-alta se quedaron sin nada de un día al otro, simplemente por no tener contactos con la nueva clase dirigente. Ese día muchos se dieron cuenta de que lo importante era el poder, no el estatus económico. Solo la clase de verdad “alta”, ese 1%, se adapta, porque son ellos o sus familias los que marcan las normas. Todos los demás somos el pueblo.
Bien, la extensa introducción es solo para intentar contextualizar lo que a continuación expondré.
Estamos asistiendo estos días a una lucha de intereses en las alturas que si no me equivoco tiene como objetivo primario la propia convulsión, y como secundario y anexo la desposesión de los contrincantes incómodos para acometer con garantías un proceso de concentración de poder. En algún caso se puede tratar de ganar posiciones para enfrentar nuevos escenarios económico/sociales y geopolíticos/sistémicos, pero este me parece un factor terciario y que no afecta a los verdaderos artífices absolutamente deslocalizados y ajenos a los sistemas.
Para que entendamos bien, al margen de quién proporcione “ayudas” o no a España en este momento (parece que se ha acordado repartir el pastel entre Europa y el FMI), lo verdaderamente fundamental es qué se nos va a exigir y a quién le afecta.
La que va a dictar las nuevas medidas es Europa (eufemismo de Alemania, que es a su vez otro eufemismo de los bancos alemanes y franceses, que son a su vez otro eufemismo de unos señores con nombres y apellidos que en muchos casos no tienen patria).
¿Y qué nos van a exigir? Para empezar y dejárnoslo claro, no les gusta que se toque el IRPF, porque eso afecta a quien más tiene. Por ello, quieren volcar todo el esfuerzo recaudatorio en los impuestos indirectos (esos que hacen miserable al pobre, y no afectan en absoluto al rico). Así, la primera medida será acabar con los tipos reducidos y superreducidos (los que se aplican a bienes culturales, sociales y de primera necesidad) del IVA y empujarlo hacia arriba todo lo posible.
Junto con esta “equitativa” medida, se “propone” que el gobierno endurezca todavía más la reforma laboral, porque esos 33 días de indemnización siguen siendo muchos días (o sea, mucho dinero), pese a que también se ha reducido el periodo de cálculo. Y es que además tampoco les gusta que los parados cobren prestación de desempleo por no hacer nada, por lo que debiéramos aplicar un reforma en este sentido, haciendo que los parados cubran potenciales puestos de trabajo a precio de saldo (es de una incongruencia absoluta hasta que uno se plantea el motivo desde “su” perspectiva).
También, cómo no, está el tema de las pensiones. Se cobra mucho, y según ellos, vivimos demasiado para posponer tanto la reforma, así que a jubilarse ya a los 67, y cobrando algo menos, que no está el horno para bollos.
Y por si fuera poco, hay que liberalizar los sectores profesionales (esos que precisan licencia o que están regulados), para que puedan entrar las corporaciones a dominarlos, y… todo lo que tenga que ver con energía, materias primas y bienes básicos debe ser facilitado a esos mismos que marcan la senda a seguir.
Resumiendo: a ver si nos vamos dando cuenta de a qué clase pertenecemos, porque somos los únicos que no lo tenemos claro. Lo mismo si eres un empresario de mediano éxito, si sois una pareja de cirujanos plásticos, o un piloto y una catedrática en casa: vosotros pertenecéis a la clase sometida, y eso es lo que hay que marcarse a fuego en las meninges: porque hasta que no lo hagamos, seguirán exprimiéndonos y jugando con nosotros como el que juega con un muñeco.
A recuperar la conciencia de clase, por muy caduco que suene.